Sí, sí, estáis leyendo bien: «Jarabe de Luciérnaga: La Película«.
Cuando este blog nació hace años -madre mía, cómo pasa el tiempo-, ya dije que no sabía si esta aventura me llevaría lejos, cerca o a ningún lugar, pero que pensaba disfrutarlo. Y, como podéis ver, mis ganas, vivencias y pasiones me han llevado a un mundo fantástico que ni siquiera yo imaginaba. Y vosotr@s tenéis mucho que ver, os lo aseguro.
Si soy sincero, comencé escribiendo este guión dando palos de ciego, como no podía ser de otra forma (ya lo entenderéis). De hecho, creo que fue saliendo de lo más profundo de mi ser, palabra a palabra, secuencia a secuencia, sin tener del todo claro de dónde emanaba mi inspiración: cuál era la luciérnaga que me guiaba en la oscuridad.
Hoy, pocos días después de terminarlo (por séptima vez), al fin lo sé… Mi fuente de luz ha sido el remolino de emociones que he compartido con vosotr@s a través de mis posts.
¡Gracias, de verdad, mis Princesas y Príncipes de las Luciérnagas!
(Como much@s sabréis ya, al principio de los principios, el nombre de la película era «Princesa de las Luciérnagas«. Pero hace poco me di cuenta de que la historia no iba en realidad de Ella. Bueno, o solo de Ella… sino de ese líquido fluorescente que hay gente que cree que debe beber para poder brillar. Aunque os diré un secreto: el Jarabe de Luciérnaga es un placebo. En el fondo todos tenemos luz propia. Sólo hay que perder el miedo a dejarla salir…
Ahora mismo estoy tratando de mover el guión en la industria del cine, a ver si la suerte quiere que tanta ensoñación y esfuerzo cobre vida ante los ojazos de todas las personitas, como vosotras, que han hecho posible este destino inesperado. Y, por supuesto, como habéis formado parte de este particular Camino, si también queréis leerlo, sólo tenéis que pedírmelo. Ah, y no hay que decir, que si sois dueñ@s de una productora… lo recibiréis junto con un jamón. jaja!
Aquí tenéis la primera dosis del guión. ¡Que disfrutéis leyéndola, tanto como yo lo hice escribiéndola!:
SEC.1. CIELO / REINO DE RAMDON – EXT. AMANECER.
Campanadas fúnebres reverberan en un cielo encapotado. Las nubes grises se separan lo justo para que pueda asomar la LUNA, que está agrietada y le falta trozo irregular. Su luz se proyecta sobre el Reino de Ramdon.
Sobre la muralla que protege el Reino, una pesada campana da sus últimos repiques y se para, dando paso a una TRISTE MELODÍA MEDIEVAL que se escucha en la lejanía.
Las callejuelas de lo que a primera vista parecía ser un “pueblo de cuento”, están sucias y sólo habitadas por animales de granja que husmean entre puestos de verdura volcados aquí y allá. Por todas partes hay cuerdas atadas a estacas de madera clavadas al suelo y enlazadas entre sí a modo de catenarias, que convergen en un imponente castillo que se alza en el centro de su Plaza Mayor.
Una de estas cuerdas bordea el palacio y sigue un camino que va a dar a un cementerio de lápidas gastadas. Tras ellas, LOS CIUDADANOS DE RAMDON, vestidos con trajes de fiesta manchados y rasgados, velan el cadáver del REY LIFFEY (58) frente a un gran mausoleo abierto: dos gemas blancas cubren los ojos del monarca, y sobre su vientre descansa su ostentosa corona dorada.
El sol aparece por el horizonte reflejándose en los traslúcidos ojos de los ciudadanos. Sus miradas, incluidas las de los cuatro trovadores que tocan la melodía medieval que se escucha, están perdidas: SON TODOS CIEGOS. Bueno, todos MENOS DOS, que portan sendas antorchas encendidas: LEO (20), un enclenque muchacho que dirige su vista preocupada hacia “La Luna Rota”; y MAX (24), fortachón, con un parche en el ojo derecho, un impecable uniforme de caballero y un brazo en cabestrillo, que bosteza aburrido.
Cuando los trovadores dejan de tocar, MAX le da un codazo a LEO haciéndole salir de su ensimismamiento. Ambos se ponen a empujar la tapa de piedra hasta cerrar la tumba, aunque LEO aporta poco a la tarea pese a poner todo su empeño.
Los desolados invidentes comienzan a seguir con torpeza la cuerda guía que les conduce de vuelta al pueblo.
MAX alcanza a LEO y le pasa su musculoso brazo bueno por encima de los hombros, atrayéndolo hacia él con rudeza.
MAX
Dos días, tullido, dos preciosos días que has desperdiciado ya construyendo esas estúpidas guías. Tictac…
LEO (intentando zafarse sin éxito)
Max, yo… Todavía no…
MAX
¿Qué pasa, que el hijo del héroe tiene miedo?
(CONTINUARÁ…)