Corren tiempos difíciles para el amor. Cada 14 de febrero, puntualmente, tengo la mala costumbre de mirar alrededor buscando parejas de enamorados que me sirvan de impulso para seguir al pie del cañón en mi búsqueda particular. Pero 365 días tras 365 días, cuando giro la cabeza a un lado y al otro en los semáforos, cada vez veo menos referentes a los que agarrarme. El mundo se va al traste. Y por nuestra culpa. Porque estamos dejando de amar por decisión propia. ¡¿Pero estamos tontos o qué?!
Sí, definitivamente es eso. Hoy vivimos en un universo extraño, donde hacemos difícil lo fácil; donde nos hemos tragado sin rechistar esa leyenda urbana de que el amor nos hace débiles y que nuestra fortaleza está en ser independientes; donde hacemos el amor antes de estar enamorados…
Ni tú ni yo queremos sentirnos vulnerables, expuestos a que nos partan el corazón. (O a partírselo nosotros, evitándonos así tal responsabilidad.) Hemos dejado de creer en él. Y si por gracia divina lo encontramos, no nos esforzamos en absoluto en conservar algo tan valioso. Lo damos por sentado. Lo tapamos bajo la alfombra. Nos atrevemos incluso a posponerlo en ese calendario que se está quedando sin hojas. Como si fuéramos a vivir para siempre. Como si nadie pudiera adelantarnos por la derecha. Como si nos fueran a esperar toda la vida… Lo asfixiamos poco a poco como a un pobre gusano en una caja de zapatos; sin darle la oportunidad de convertirse en mariposa: majestuosa o despeinada, de alas enormes o minúsculas, efímera o eterna. Pero al fin y al cabo, mariposa. Nuestra mariposa. ¡Seremos cobardes!
Cada vez nos avergüenza más regalar flores, y no entiendo el porqué. Creo que el que tiene las agallas de ir por la calle con un ramo de rosas en ristre, y la cabeza y la sonrisa bien altas, se merece sin duda el segundo puesto en el pódium de los valientes. (El primero corresponde al que da el primer beso, como he comentado en alguna ocasión.) Nos horroriza el qué pensarán, cuando lo único que podemos conseguir llevándolas con orgullo es avivar llamas que nunca debimos dejar que menguaran, que es lo importante. Y lo que pueda opinar el resto, debería darnos igual. Porque a esas risillas de “menudo pringado”, les siguen las miradas perdidas de “ojalá me las regalasen a mí”.
Es más, de un tiempo a esta parte, está mal visto incluso brindar palabras que solo pretenden transmitir el lado bueno de las cosas. Todo se coge por el que quema, que es lo que está de moda. No podemos llamar príncipes a los hombres de nuestra vida porque, por lo que se ve, a todos se les destiñe el azul turquesa al tercer lavado; ni princesas, a las mujeres, también de nuestra vida, porque ahora se interpreta como una ofensa imperdonable… ¡¿En serio?! Esto está pasando de castaño oscuro, señoras y señores. Y les aseguro que ese es un color la mar de feo para los vestidos de las hadas y los hados de los cuentos de final feliz que tanto echa de menos este planeta de seres casi vacíos, al borde de ganarse su propia extinción a pulso.
No sé vosotros, pero yo creo que deberíamos aprovechar este día (pese a que los odiadores-de-todo-y-de-todos digan que lo inventó El Corte Inglés) para pulsar el botón de reiniciar sistema, empezar de nuevo a creer en el amor verdadero y partirnos la cara por él -y los corazones que hagan falta, incluidos los nuestros-, de una vez por todas.
Puff es tan difícil creer en el amor cuando te han partido el corazón que los miedos se hacen tan grandes que son difíciles de destruir por mucho que queramos
Sí, DYCBL. Nadie dijo que lo de encontrar, y mucho menos lo de conservar el amor sea una tarea fácil. Y a la vista está que yo no soy quien para dar lecciones de cómo hacerlo… Pero si algo tengo claro, es que no hay que tratar de destruir los miedos, sino utilizarlos como trampolín para seguir luchando; o ese corazoncito roto nuestro nunca cicatrizará, o cicatrizará en falso. Recuerda que el miedo solo indica que lo que tenemos delante es algo importante, y nos grita que pongamos toda la carne en el asador si queremos tener la posibilidad de alcanzarlo. Lo demás, ya no depende de nosotros… Nada más. :)
Uoh me ha gustado mucho tu reflexión 👏👏
Sí hay que luchar mucho por intentar vencer nuestros miedos sin que nos paralicen y nos impidan vivir…