Aunque el niño que suele llevar mis riendas jamás reconocerá que su servidor, o sea, yo, ha confesado lo que está a punto de confesar… lo voy a hacer: me estoy dando cuenta de que lo de haber sobrevivido a una Navidad por cada ladrón de Alí Babá, también tiene su parte buena. Lo siento, chaval, pero así es. Y lo vas a escuchar, por mucho que te tapes los oídos. No tengo nada que perder. Y tú, tampoco.
Según pasan los años, esas palabras y sentimientos que antes se te hacían bola y no había forma de arrancarlos del espacio que todos tenemos entre el corazón y el estómago, reservado a deseos y miedos, lo hacen ahora con mucha más facilidad. Ese amasijo de flores y demonios ya no rasca tanto al ascender buscando la salida por la garganta de este gato, hoy pardo. Porque, como dijo el sabio: mejor fuera que dentro.
Digo lo que siento cuando lo siento. Y cuando no, también. Últimamente me descubro a menudo a mí mismo diciéndole a la gente que quiero, que la quiero. ¡Pero bueno!, ¿me estaré ablandando? Debe de ser eso… Pero es una sensación tan grande sorprenderte a ti mismo diciéndolo; y más, saber que lo estás haciendo totalmente en serio… Ufff…
También hay personas a las que odio; pocas, aunque haberlas, haylas. Pero no, a esas no se lo digo. Porque a todo el mundo que hoy odias, seguramente también lo quisiste de alguna manera en un tiempo lejano. Y si por aquel entonces no le dijiste eso tan bonito, ahora sí que no tiene ningún sentido revelarle esto tan feo. No sería justo. Y de hecho, no le importa. Y a ti tampoco debería.
Ahora que las arrugas van apareciendo en tu espejo… si te equivocas, pides perdón. Y se acabó. Cuesta, vaya que si cuesta, pero todos tenemos derecho a equivocarnos, ¿no? Sí, tú también. Ah, pero no olvides primero perdonarte a ti mismo… (Palabra del Señor. Amén. jaja!)
En definitiva, cuando eres consciente de que la cuenta atrás ha comenzado, de que quizás mañana sea tarde… te planteas que hay cosas que, o las sueltas ahora, o te las acabarás llevando a la tumba contigo. ¡Y te vas a quedar con las ganas, idiota! Así que, si lo estás dudando, la respuesta es siempre sí. Díselo. Es el momento perfecto.
Y ya para despedirme, y solo por si acaso esta es una de las pocas oportunidades que me quedan para que lo sepas, no podía morirme sin decirte… que eres el amor de mi vida. Supéralo de una vez. ;)
Ahora la pelota está en tu tejado.
Que bueno jarabe, me ha gustado mucho.
Porque en el fondo, me quieres! jaja! Un abrazo y felices fiestas, Carlos!