Jamás podré olvidar aquel Sí…
Tras dar cien mil vueltas en su busca, justo cuando estaba a punto de perder la esperanza… apareció. Y allí estábamos los dos: el uno al lado del otro, muy juntos. La miré. Me miró. Yo, gesticulando con una mano, no pudiendo esconder mi nerviosismo, dejé escapar mi pregunta en un susurro; casi sin voz…
Aquellos eternos segundos y la indiferencia reflejada en su mirada, casi acaban conmigo… Pero, al fin, leí en sus labios aquellas preciosas dos letras, mientras mi ángel asentía con una gran sonrisa y me dejaba ver tras la ventanilla cómo daba el intermitente… haciéndome el hombre más feliz del mundo.
-Perdona… ¿Te vas?
;)
que original, eres sorprendente
jaja! Como la vida misma! :P
Que bueno, es verdad !!!!parece increible que algo así nos haga tan felices por unos segundos.