¡Maldito el día en el que nos presentó aquel amigo en común! Lo que comenzó como un juego, con un tonteo inocente, acabó en una relación asfixiante y enfermiza.
Al principio nos veíamos sólo los fines de semana. Nos dábamos cuatro besos a escondidas y nos íbamos cada uno por su lado. Debimos dejarlo ahí. ¡Ni siquiera me gustabas en realidad! Pero era una edad difícil y comencé a necesitar tu fiel compañía, tu calor, casi tanto como respirar… Eras la única que podía calmar mi ansiedad juvenil, mis ganas de revelarme contra el mundo que me apretaba las sienes con sus constantes lecciones. Y, cuando me quise dar cuenta, ya quedábamos cada dos por tres. Poco después a diario. Y finalmente mañana, tarde y noche. Llegaste incluso a desvelarme sin pudor ni compasión en muchas ocasiones, robando mis sueños y tirándome de la cama, desesperado por hacerte mía de nuevo…
El perfume de tu cuerpo impregnaba mis manos y mi pelo, llamándome a gritos en la oscuridad. Había veces que echaba tanto de menos tu sabor que me sentía preso, hasta el punto de sentir que eras lo único que necesitaba para vivir. Me daba igual si me quedaba sin comida o agua, pero que no me faltases tú… ¡No lo soportaría!
Estaba harto de escuchar a mis amigos y familiares diciéndome que tenía que dejarte. Que no eras buena para mí… Que eras ambiciosa, malhumorada y egoísta. “¡Es una embaucadora!”, repetían. Que ibas a acabar conmigo, como no lo hiciese yo antes contigo. Y sí, en el fondo siempre he sabido que tenían razón… Pero no podía dejarte ir. Nunca les hice caso, porque habíamos compartido tantas cosas juntos; tantos momentos de reflexión, de descanso o aburrimiento, y de calma tras la tormenta de la pasión… que no concebía pasar ni unas horas separados. Necesitaba que siguieses abrasándome por dentro con tu lengua de fuego, aunque supiese que con cada uno de tus besos me empujabas más y más a mi propia destrucción. Y un buen día fue así: me mataste.
Pero aun estando en mi lecho de muerte, apenas sin aire que llevarme a los pulmones… lo hubiera dado todo porque mi último suspiro hubiese estado inundado de tu crepitar, de tu paz, de tu aliento acre…
Hasta siempre mi amor, mi obsesión… mi Nicotina.
Cada día te superas! Muy muy bueno!
Me alegro de que te haya gustado y también los hayas entendido! La gente me está llamando preocupada… jaja!!
En serio? No me extraña, ultimamente entre cigarrilos, smartphones y ahora encoñamientos….seguro que muchos te ven interado en un centro para el tratamiento de las adicciones. Cuidate, que no quiero verte dentro de nada enganchado a una tragaperra o al coñac de garrafon ;)
jaja! Tranquilo… Todo está en mi mente, y en este caso la realidad no supera a la ficción!
Bonita alegoría de la heroína, no agustina de Aragón precisamente ;-)….
También podría valer… ;)