Septiembre siempre va a ser el mes más grande del año, pese a caer entre dos nudillos…
Septiembre es ése en el que todos depositamos nuestras más potentes esperanzas de cambio, aunque la mayoría de las veces, cuando nos damos cuenta de que hemos llegado a su ombligo tal y como empezamos… sea suplantado por otro embustero caballero: enero.
Septiembre es una impoluta mochila del Naranjito, el Goku o el Bob Esponja de turno; repleta de cuadernos en blanco, estuches sin un solo rayajo de rotulador, afilados lápices y capuchas de boli sin morder. Sí, septiembre es un chándal sin rodilleras.
Septiembre es un folio con una dieta escrita a conciencia, pegado en la puerta de la nevera con imanes del Telepizza. ¡¿A quién demonios se le ocurre casarse en septiembre?!
Septiembre, también, es un calendario de colorines con las actividades del gimnasio, que algún inepto ha puesto a horas incompatibles con la telenovela y las cañas con los amigos.
Septiembre son botes y botes de after sun; para fijar sin éxito a nuestra piel el bronceado de aquellos lejanos diez días de playa, de los cuales se nublaron seis.
Septiembre son pronosticados atracones de noches sin dormir, preparando exámenes de recuperación o rellenando cuadernillos Rubio. Ambas cosas con mala letra.
Septiembre es volver a ver amanecer desde un atasco, a través de un parabrisas punteado de gotas de lluvia y barro. Ésos sí que no precisan de after sun para mantener el moreno.
Septiembre es ver más hojas en el suelo y más pelos en el lavabo.
Septiembre son niños llorando en la puerta del colegio, mientras a sus padres se les caen las lágrimas por la emoción de que haya llegado, al fin, el día de dejarlos de nuevo allí.
Septiembre es volver al trabajo que tanto anhelabas (y con la gente que anhelabas más aún…), para masticar horas interminables viendo pasar frente a ti miles de fotos de lugares donde nunca irás y cientos de e-mails que nunca responderás.
Septiembre es una historia de amor que termina: una de toda la vida o, con suerte, solo de verano. Otra empieza. Otra sobrevive a la calma que deja la tempestad.
Septiembre es reprogramar el despertador y el contador otra vez: eterna cuenta atrás, con el cero en las próximas vacaciones.
Septiembre son ilusiones y proyectos apelotonados los unos con los otros, con riesgo de sufrir un colapso.
Septiembre es una nueva oportunidad, que tarde, temprano o nunca… aprovecharemos.
Septiembre depende de nosotros.
Septiembre… ya está aquí.
Q de verdades…..
la ilusión y la curiosidad de lo «nuevo», de lo que empieza, de lo desconocido…..de aprender….otra oportunidad para ser mejores personas….
De un tiempo a esta parte tengo la sensación de que los adultos están perdiendo la cabeza con esas maquinitas que llevan entre sus manos y que no dejan de observar, de pulsar con las yemas de los dedos, mientras gesticulan……
«pero que nunca me dirán lo que no quiero oir»
Bienaventurados aquellos para los que cada nuevo día es un «septiembre».