Mientras paseaba por la fortificada Triacastela, trepaba por las crueles cuestas de Sarria y me atontaba viendo cómo el poderoso Miño partía en dos Portomarín… tuve tiempo y espacio para pensar en este Otro Mundo en el que me encuentro por casualidad:
Sí, un Mundo donde todo lo que conocíamos hasta hoy pierde su valor; donde eres libre para hacer o deshacer, para avanzar o detenerte, para luchar o rendirte; donde sólo los árboles tienen la sabiduría para juzgarte desde lo más profundo de sus verdes ojos; donde valen más las sinceras palabras de ánimo de un desconocido que los fuertes brazos de todo un ejército; donde cada vez que doblas la rodilla, encuentras un motivo para levantarte y continuar hacia adelante; donde puedes ver a un hombre llorando por tener que abandonar y a una mujer dando lecciones de fortaleza; donde la fuerza de voluntad sale de debajo de las piedras o las hojas; donde tratas de pensar en tus grandes problemas, pero los ves tan pequeños ahora que no te merece la pena malgastar ni un segundo en ellos; donde no se mira al cielo pidiendo ayuda, sino al suelo ofreciéndola…
Un Mundo donde el Camino va dibujándose a tu paso, tal y como «siempre» quisiste andarlo.
Un Mundo donde el Camino va desapareciendo a tu paso, tal y como «nunca» te atreviste a andarlo…
Jarabe de Luciérnaga 